Que buenos tiempos aquellos donde la poesía era pureza, más allá si la rudeza de la misma, nos pegaba un cachetazo o nos hacía parir lágrimas de tristeza.
Amaneceres lluviosos en la bajada de Pellegrini, cercana al parque. Un paquete de parissienes, una botella de ginebra y a esperar que algo se nos ocurriera. Wish you were Here, mother. Yendo de la cama al living y el trascurrir con la certeza que todo podría ser mejor.
Nos enredábamos en una tela de arañas simple, soñando con el mañana, con la mañana de la próxima noche. Miles de brazos que se cruzaban en abrazos transformando en sonrisas lo que aparecía.
Un río corría en el cordón de la vereda y desde allí partíamos a buscar el mar.
Germán Hess 2012-
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