
"Lacan de pie ante el marco de la puerta. El ceremonial de los billetes deslizados en su mano en el límite exacto en que cada paciente, ni por exceso ni por defecto, sopesado por él, pudiera sentir la obligación y, por esa vía, volver a la realidad. A juzgar por el nudo que estrechaba mi garganta cuando le anunciaba que no tenía con qué abonar la sesión, era mi caso. Supongo que, desde el inicio del análisis, ajustaba sus tarifas según la impresión que daba el cliente, según la angustia o su probable status social. Algunos francos para tortura de los más insolventes, fortunas para la seguridad ostensible de los otros: era necesario que la suma requerida, sin importar cuál fuera el caudal de recursos de su práctica profesional, interfiriera con el umbral más allá del cual, dejando de ser desdeñable, molestara, privara. Recién a ese costo liberaba el terreno y liberaba del yugo de la gratitud. Se volvía a empezar de cero: nadie debía a nadie. Obligaciones. Él sabía que yo me levantaba tarde.-Hasta mañana, a las seis.-De acuerdo.-Seis de la mañana...-Oiga...Me estrechaba la mano. Al día siguiente, salía de casa sin haber pegado ojo. Repetía el experimento hasta tener la seguridad de que yo me había habituado a sus exigencias.(...)" Autor: Pierre Rey
Germán Hess - 2009
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