Y allí íbamos. Uno detrás del otro, oliendo, mirando y reconociendo todo el bosque. No importaba el frío, el cansancio atroz de las dos jornadas de marcha, el premio estaba después de esa enorme piedra. Laguna esmeralda y más allá el glaciar Ojo de Albino. Una tormenta imprevista nos agarró de subida pasando el turbal. Justo ahí donde se estrechaba la senda que habíamos marcado y se hacía hielo la esponjosa turba. Caía garrotillo, se nos metía en la naríz y nos asfixiaba.
¿Ves? Aun recuerdo. Tenía por aquellos años historias por contar. Una narrativa que podría ser interesante, o al menos a mí me parecía. Debería ponerme a escribir te dije mil veces, pero por acá no nieva, no hace frío ni estoy aislado. Mejor le leo esto a mi analista y luego veré que hago.
Germán Hess
2011
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