Era mágia lo que buscaba. Un ser especial que me llevara por los pasillos de los teatros del pueblo. No fue muy cortés de mi parte el invitarla así como así subir a la habitación del pequeño hotel que me alojaba, pero al menos unos abrazos y algún beso podría robarle a cambio de nada y el esfuerzo era mínimo. Subimos la escalera y pasamos por donde unos viejos jugaban al ajedréz en un silencio incómodo y aburrido. Ella saludó pero nadie respondió su gesto. El ajedréz al igual que los campeonatos de futbol idiotizan y vuelven mutantes a los que lo juegan o los ven, pensé. Le pedí que se me abrazara, solo eso, pero ella fue por más y metió su mano en mis pantalones. Sonreí y agradecí su voluntad, pero estaba para mimos, para creer que me amaba incondicionalmente, que sería para toda la vida y por otras también. Acabamos en bolas abrazados como deseaba y soñando con no volver a verla salvo las noches que sueñe con ella. Nada mejor y necesario que una dósis de fantasía para soportar tanta realidad. Germán Hess - 2013
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