Vivimos un carnaval tras un continente circense
dónde se esconden los fracasos; tenemos las máscaras y las usamos.
La noche instiga a preguntarse sin tener recelo
a que responda.
Tal vez la delicada llovizna empuje un poco a
remontar el vuelo de las palabras. Mi memoria es un pecado, repleto de olvidos
y perdones.
Más no me aferro a sus desvanecidos
sufrimientos, los absuelvo.
Acorralado en la noche agitando los afueras,
los secretos de otros, los propios, los deshonrosos para otros.
Necesito de una caricia que me haga brotar la
precisa geografía de una madreselva, el sentir olvidado, la voluntad
inconclusa, lo que el lírico llamaría amor y desesperanza.
Demando a la noche sus dóciles penumbras, sus
ayeres de crepúsculos furtivos, de hadas errabundas y brujas despechadas.
Es la pasión que nadie ve y me presiente, me
huele a lo lejos. Soy los labios que no respiran, el incienso a mineral
fecundo, soy el silencio.
Germán
Hess - 2017
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